martes, 8 de abril de 2008

Tragedias evitables

De nuevo la mala suerte se ha cebado en un menor. Lo que comenzó siendo una celebración por el gol marcado, se tornó en tragedia. En evitable tragedia. Ya son demasiados casos de menores fallecidos por accidentes tontos, descuidos, excesos de confianza, falta de regulación, o inadecuada preparación de las personas que quedan al cuidado de nuestros hijos.
Y es que existe otra cifra negra de accidentes mucho menos conocida que la lista de siniestros de tráfico de Semana Santa. Me refiero a los accidentes que sufren los menores de edad. Queda marcada en la retina y en la memoria reciente de todos la tragedia de aquella niña que murió al caerle encima una jardinera a la que se había encaramado, los casos de chicos fallecidos por la caída de porterías de fútbol, el ahogamiento de un niño de cuatro años en la piscina de un colegio, o la muerte de un adolescente en un campamento de verano como consecuencia de un golpe de calor. Si hubiéramos estado más atentos, si nos hubiéramos esforzado en anticipar el problema, podríamos haber pensado en fijar la maldita jardinera o en indicar claramente que la portería está suelta y es peligroso colgarse de ella. Eso por no decir, que lo que realmente deberíamos hacer es modificar la normativa para evitar que las porterías de fútbol estén sueltas para -y he aquí la triste paradoja- evitar que cuando un futbolista choque con las mismas pueda lesionarse. ¿y cuándo se cuelga de ellas?... Eso no está regulado.
En Europa, las lesiones producidas por accidentes son la principal causa de muerte en la infancia. Hasta los catorce años de vida ocurre una muerte por accidente en una ratio dos veces superior a la muerte por cáncer y ocho veces superior a las producidas por enfermedades respiratorias, por ejemplo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en España, las principales causas de mortalidad por lesiones en dicha franja de edad están relacionadas además de con los accidentes de tráfico (48%), con lesiones no intencionadas como las producidas por atragantamiento, asfixia o estrangulamiento (21%), ahogamientos (13%), caídas (6%), quemaduras por fuego (3%) y envenenamientos o intoxicaciones (2%).
La magnitud del problema aconseja, en primer lugar, realizar una sosegada reflexión y, después, acometer una actuación responsable que necesariamente debe promover la obligación de prestar la debida observancia a las reglamentaciones técnicas de seguridad, y también de completarlas cuando la terca realidad nos revela tristemente su insuficiencia u obsolescencia. Ejemplos concretos de actuaciones en esta línea podrían ser el empleo de una señal ética completa y adecuada que advierta claramente de las circunstancias que entrañen riesgo a personas de todas las edades. También es fundamental exigir que todos aquellos que realizan actividades relacionadas con el cuidado de la infancia posean una formación específica adecuada para atender a los niños. Y deberíamos plantearnos requisitos específicos en el mantenimiento y supervisión de instalaciones utilizadas por los menores, una Inspección Técnica específica para este tipo de instalaciones, supervisada siempre por la Administración.
Pretender regular exhaustivamente todos y cada uno de los aspectos de la vida resulta imposible ya que la norma no puede llegar a contemplar la inabarcable variedad de matices y detalles que conforman la realidad, ni siquiera alcanza a conocerlos o enumerarlos. Con todo y no obstante esta lógica limitación, convendría plantearse la necesidad de confeccionar un «catálogo» de actividades que se ofertan a los menores de edad y analizar la normativa vigente en cada una de ellas. Así, de esta forma, se podrían detectar carencias o necesidades para poder corregirlas o adecuarlas.
La solución no debe descansar exclusivamente en la actualización, adecuación y extensión de la norma. La corresponsabilidad de todos es esencial ante este problema y administraciones, instituciones, empresas y sociedad en su conjunto deben coordinar y sindicar esfuerzos. También resulta de suma importancia la implicación que deben asumir las familias a la hora de garantizar al máximo la seguridad de los hijos en el desarrollo de las actividades de ocio y tiempo libre, informándose de las características y condiciones de la actividad que se propone para los pequeños, visitando el lugar donde se llevará a cabo, conociendo la reglamentación que afecta a la actividad y exigiendo a los responsables su cumplimiento escrupuloso. Tampoco se debe perder de vista la conveniencia de educar a los hijos en la necesidad de extremar la precaución frente a los posibles riesgos que entraña cualquier actividad, fomentando en ellos una autonomía progresiva y, a la vez, una mayor responsabilidad.
No debemos olvidar que la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño establece el compromiso de ofrecer al niño la protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar. Los Estados que han firmado la Convención se asegurarán, así, de que las instituciones, servicios y establecimientos encargados del cuidado o la protección de los menores cumplan las normas establecidas por las autoridades en materia de seguridad garantizando una supervisión adecuada.
En esto, como en todo, es básico el sentido común para anticipar riesgos. Siempre que se trate de niños, y máxime si hablamos de su seguridad, cualquier precaución es poca y debemos andarnos con mil ojos. No hay excusas para no hacerlo.

Fuente: http://www.abc.es/20080408/madrid-madrid/tragedias-evitables_200804080243.html

3 comentarios:

Unknown dijo...

Este tema acerca de la seguridad es muy interesante y de continua actualidad, lo que se sucede es que no nos concienciamos hasta que el caso nos toca de cerca. Lamentablemente, cada vez hay menos lugares de recreo, por lo menos, es el caso de la localidad en la que resido, además, lo poco que hay, está en condiciones tremendas y hasta el ayuntamiento las precinta para evitar accidentes, pero eso se queda ahí, sin arreglar.
Como bien ha dicho mi compañero, esto es demasiado habitual, pero muchas veces, cuando escuchamos la noticia, enseguida nos viene a la mente el buscar un responsable que cargue con el muerto (como se suele decir), pero ¿realmente siempre hay un culpable?, muchas veces no lo hay, tan solo la mala fortuna les ha visitado.
Es el caso del niño de 13 años de Getafe, que murió durante una clase de E.F., a los cuatro minutos de empezar la actividad y tras un desmayo, ahora, ¿a quién le va a caer la responsabilidad? Menudo papelón para el profesor, solo espero que nunca nos veamos en su misma situación, por ello hemos de saber en todo momento, los peligros que hay en cada actividad, cada uso del material y en cada momento de la sesión. Por otro lado, como futuros docentes, creo que deberíamos tener unas nociones básicas de primeros auxilios, que en nuestra facultad tan solo lo ven como de carácter optativo, no imprescindible, pero bueno, es una de tantas incongruencias de nuestro curriculum.
Aquí adjunto la dirección del artículo para que lo podais leer:
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/04/01/madrid/1207073231.html

Unknown dijo...

Me parece muy acertada esta entrada ya que este es un tema sumamente importante y en nuestra formación como licenciados se ha visto muy por encima. Los aspectos de seguridad en nuestras clases deben primar en la preparación de cualquier sesión. Debemos asegurarnos de que todo el equipamiento y material esté en perfectas condiciones. Es nuestra responsabilidad. Creo que depende de la profesionalidad y competencia de cada uno de nosotros. Tanto si somos entrenadores, profesores o gestores, el aspecto de la seguridad es algo que no podemos dejar de lado. La prevención es la mejor medida que podemos tomar. Pero todo esto mejoraría con el hecho de crear una normativa específica, lo cual me parece muy acertado. Pero dudo que se quiera invertir en este tema y más en el sector de la educación, cuando sabemos que en nuestra comunidad priman otras cosas como la Copa América o la F1. Es una pena. Pero en fin, no podemos quedarnos compadeciéndonos, sino luchando por lo que queremos. Como bien se dice en la entrada, a base de asociacionismo con otros profesionales podemos promover una iniciativa enfocada a la seguridad en nuestro ámbito, que repito, para mí, es esencial.

Javier Alonso dijo...

Este párrafo extraido del propio texto de la entrada "Pretender regular exhaustivamente todos y cada uno de los aspectos de la vida resulta imposible ya que la norma no puede llegar a contemplar la inabarcable variedad de matices y detalles que conforman la realidad", muestra una realidad que en muchas ocasiones ignoramos, no solo en este ambito sino en muchos otros. La legislación solventa los problemas a grandes rasgos, pero sin duda las personas que tienen que solucionar problemas o mejor todavia, ¡evitarlos!, son aquellos que estan involucrados directamente en la actividad, de ahí (y por el bien de todos), que debamos nosotros como profesores, entrenadores, educadores... ser más que previsores a la hora de preparar una actividad, los padres pueden ayudarnos aportando ideas o visiones que se nos puedan haber escapado y sobretodo, concienciar a los niños del peligro que conllevan a veces actitudes o acciones de varios tipos. Al fin y al cabo, son niños pero como todo animal tienen instinto de supervivencia, se les puede enseñar, quizás con picardia, esos peligros y si lo aprenden, si tienen la experiencia, se reducirá el riesgo notablemente. un saludo,

Javier Alonso Soler