miércoles, 2 de abril de 2008

Cuando el ocio anticipa el negocio

Para todos los que trabajamos con niños en el ámbito deportivo, esa concepción materialista en dos vertientes del ocio se traduce en alumnos cansados, irritados y a veces incontrolables. A menudo tenemos que recibir a alumnos en los que es difícil anticipar si quieren poner en práctica un hobby o si por lo contrario buscan, generalmente sus padres, una recompensa futura.

Existe, y esa parece una tradición que se ha mantenido en la comunidad educativa europea desde hace más de dos décadas, la creencia de que a mayor cantidad de actividades extraescolares dirigidas y formales que el alumno pueda realizar, siempre mirando que las horas en la agenda no se hayan agotado, un futuro más alentador le espera.

Sobre esta creencia Martha Trica, psicóloga especialista en niños y familias del Centro Orientar, señala: "es una realidad que los padres tienen que salir a trabajar la mayor parte del día y, a diferencia de otras épocas, la calle dejó de ser un lugar seguro, por lo que se cree que es necesario tener a los chicos ocupados para poder estar tranquilos". Es por ello que de esa forma "el ocio suele ser interpretado por los adultos como un mal consejero, movidos por el temor de que sus hijos puedan dedicar su tiempo a actividades 'non sanctas'", léase frecuentar malas compañías, usar la red de forma descontrolada o engancharse a la televisión, verbigracia.

De esta forma, nos encontramos que, a diferencia de lo que ocurría en los 80 y primeros 90, ahora los padres obtienen una recompensa utilitaria inmediata al saturar la agenda de sus hijos, ya que de esta forma pueden olvidar ese periodo de control y supervisión de sus hijos durante su ocio, para que otros lo hagan por ellos, deporte, música o pintura mediante.

El problema de satanizar el ocio durante la etapa infantil es que la respuesta que se genera de ello probablemente sea un futuro descontrol y desaprovecho de su futuro ocio, más que nada porque si no se les ofrece a los niños la posibilidad de elegir qué hacer con su propio tiempo corren el riesgo de no saber valorarlo.

De esta forma, considero que a la hora de elegir actividades extraescolares los padres deberían considerar la posibilidad de que la calidad siempre se imponga a la cantidad en este caso. Y para que esa calidad tenga cabida, es necesario que el niño pueda desconectar de obligaciones, que juegue libremente, pero también que los padres muestren ganas reales de pasar tiempo con ellos.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Estoy de acuerdo con el texto leído, es una realidad el que los niños tengan diversidad de actividades extraescolares, o como poco una, siendo cada vez menos frecuente el que no se tenga ninguna. Esto es debido entre otros factores que bien se han comentado, a la idea de que esto les deparará un futuro mejor a sus hijos o por lo menos durante esas horas los monitores/as, profesores/as de turno harán la función de custodia porque ellos no pueden.

Esto se puede mirar desde un ámbito fatalista y de falta de libertad para el niño, lo cual mengua su expresión y decisión propia, o bien desde una vertiente positiva que a continuación describiré.

Existen diversidad de lugares, en cuanto a ámbito geográfico se refiere, y diversidad de características y extraescolares ofrecidazas, pero lo que bien es cierto es que las calles cada vez son más peligrosas y las zonas dedicadas a parques, zonas verdes…cada vez son menores, y también que los padres cada vez tienen que trabajar más y dedican menos tiempo a sus hijos. Por todo ello, debemos de pensar si realmente es tan malo saturarlos con diversas actividades, de las cuales muchas están relacionadas con la actividad física, donde el alumno esta con gente de su edad (o edades cercanas), tiene un adulto que los cuida (como mínimo), unas instalaciones específicas (sin peligros) y todo se realiza en un clima de seguridad.

Otro tema será hablar de que si el que se hace cargo de ellos esta capacitado, si las instalaciones son las más adecuadas… Pero partiendo de la base de que estos factores son los medianamente correctos, ¿realmente es tan malo saturarles de actividades?, teniendo en cuenta de que sino fuera así lo que les esperaría en muchos casos en vez de ir por ahí sería quedarse en casa, con todo lo que ello conlleva (sedentarismo, abuso de los videojuegos…).

Con esto que he dicho no quiero defender el tener la vida de nuestros hijos predeterminada y sin libertad, sino que a veces es preferible esto si se tiene en cuenta que la otra opción comúnmente mucho peor (quedarse en casa).

Frank García Pérez

AngeLucas dijo...

Desde mi punto de vista el problema es la falta de calidad que exigen los padres a las ofertas de ocio a las que llevan a sus hijos. Como todos sabemos, ahora ambos padres trabajan y el tiempo dedicado a los hijos ha disminuido considerablemente, ya que los padres vuelven también cansados del trabajo y ahora están empezando a necesitar de tiempo de ocio para ellos mismos, en la mayoría de los casos en ausencia de los hijos.

Como consecuencia de todo esto, y conscientes del suculento mercado que abre esta común situación familiar, la oferta de actividades extraescolares y de ocio está por los cielos y la variedad de actividades no alcanza razón.

Es cierto que en casa, en ausencia de los padres, posiblemente estarían viendo la tele, jugando al ordenador o a la consola; y a los padres le parece tentador apuntarlos a una actividad que además de tenerlos entretenidos, les ayuda a relacionarse, hacer deporte o mantenerlos alejados de los demás peligros. Pero, ¿adonde llevan a sus hijos? ¿Saben realmente qué hacen sus hijos durante esa hora y media o quién está al cargo? ¿Cómo se llama el monitor? ¿Qué titulación tiene?.

Está claro que es el niño quién tiene que decidir qué tipo de actividad hacer (tampoco sería cuestión obligarle a realizar forzosamente una actividad en contra de su voluntad), pero los padres deben preocuparse por ofrecerle a su hijo un tiempo de ocio de calidad que, como mínimo, sea beneficioso bien confeccionando un estilo de vida activo y saludable o inculcándole una serie de valores que complemente su formación, al tiempo que disfruta y pasa un buen rato.

Angel Lucas Cuevas

Unknown dijo...

Estoy de acuerdo con mi compañero Frank, al afirmar que tanto las actividades extraescolares como los lugares de recreo en las ciudades no abundan hoy en día, y creo que todo ello influye en la sociedad a la hora de educar.
Existen muchos factores sociales que perjudican la libertad de los niños, y es que estos terminan siendo un reflejo del ritmo de vida de sus padres y de la sociedad en la que vivimos. Para los padres, es más cómodo tener a los niños en casa viendo la televisión o jugando a la consola, porque así, consiguen varios propósitos, el primero es el tener a sus hijos controlados y fuera de todo peligro físico, lo segundo, no tener preocupaciones para llevar o recoger a los niños del polideportivo local o cualquier otro lugar, teniendo así más tiempo para ellos mismos, y por último, se ahorran un dinero al mes que lo destinan a otras cosas que consideran más provechosas (pese a que esten equivocados); todas estas razones se apoyan además en la poca promoción de la actividad física en la mayoria de municipios, sin parques cercanos donde poder jugar ni diversidad en las actividades extraescolares, es por todo esto que se está educando a los niños como si estuvieran metidos en una burbuja y a veces les es dificil relacionarse con los demás niños. Personalmente estoy viviendo un caso de cerca, puesto que una prima mia, esta sufriendo este estilo de vida de los padres y ya está manifestando comportamientos atípicos tales como un vocabulario basado en las frases de las peliculas de Disney, una falta de coordinación a la hora de realizar todo tipo de juegos y una enorme falta de socialización que le perjudica en el día a día con el resto de niños, esto son las consecuencias de los proyectos políticos y una de una sociedad sedentaria.

Unknown dijo...

Yo lo he visto, niños con agenda concurrida, que estudian inglés porque es muy necesario, van a música por el caracter formador de esta, algo de actividad física (predeporte normalmente), van a la iglesia porque ha de tomar la comunión y a repaso, para que haga los deberes y les resuelvan las dudas.

Lo triste, no es esto en sí mismo, que también lo es, sino, qué hacen los padres mientras.Aquí hay dos posibilidades importantes, pueden estar trabajando, o disfrutando de su tiempo de ocio.

Y yo me planteo ¿para qué tienen hijos? No vale ninguna escusa. Yo al menos lo tengo claro. ¿Repaso?¿Ingles? ¿y pasar tiempo con sus padres? ¿Cómo es de necesario? Hay padres que realmente pasan de sus hijos y lo creo así, y son más de los que creemos.

Respecto a la idoneidad o no de las actividades extraescolares, una sobrecarga extraescolar es evidente que no es buena pero si veo bien que realicen 1 o 2 actividades que a ellos les llenen y que sea preciso realicen fuera de casa.

En consecuencia mi conclusión es bastante clara al respecto, la actividad extraescolar número 1 ha de ser la de pasar tiempo con sus padres, a partir de ahí, otras actividades fuera de casa, perfecto, pero sin abusar.

Carlos Gómez

karlos dijo...

Debo decir que yo no estoy totalmente de acuerdo con el texto leído. En mi opinión es muy positivo que los niños realicen multitud de actividades, porque es justamente así como luego van a poder elegir a qué dedicarse, o en el caso de los deportes, cuál le gusta más o en cuál destaca más, aunque sí coincido en la idea de que no hay que saturar al niño, ocupando todas sus horas del día; sería una barbaridad tener una vida tan rutinaria, con tantas obligaciones, siendo un niño.

Pero en mi caso, por ejemplo, recuerdo que con sólo 7 años mis padres me metieron en la escuela de música del pueblo, y a judo en un pueblo vecino. Y es verdad que una cierta responsabilidad sí tenía, pero, como niño que era, hiciese música, pintura, un deporte...siempre encontraba el momento para jugar dentro de esa actividad y experimentar cosas nuevas, además de estar aprendiendo una tarea que en un futuro podría interesarme seguir en ella (como así ha sido).

Creo que aquí juega un papel muy importante el profesor, monitor, entrenador, pues él es el que tiene que conocer a la perfección la edad y las características de la gente con la que trabaja, es decir, niños, y crear las mejores estrategias motivadoras para que al tiempo que aprenden la actividad en concreto, desarrollen tanto la imaginación y la capacidad intelectual, como la condición física en general. En mi opinión debe basar casi todo el trabajo en el juego.

A mí, en un principio, no me gustaba la música, y hablé con mis padres (con 9 años) para salir de la escuela, pero mis padres (mi padre es músico) me convencieron para que siguiese, y justo me hicieron ese comentario: "cuando seas mayor sólo podrás elegir si tienes donde elegir". Entonces dejé el judo y me metí con el fútbol, deporte que me encantó y seguí practicando hasta hoy.

Del mismo modo, y echando un vistazo a mis estudios, se ve que el deporte y la música son mis pasiones, y creo que en cierto modo se lo debo a mis padres por haberme dado varias opciones cuando era niño. Además, puedo asegurar que tenía tiempo de sobra para salir a jugar con mis amigos, con total libertad, gracias, eso sí, a las ventajas que supone criarte en un pueblo.

Con todo, quiero decir que no debemos comparar las actividades de un niño con las de un adolescente o con las de un adulto, pensando que aquél se va a sentir obligado o esclavizado como si de un trabajo se tratase. La naturaleza del niño es jugar, y eso los profesores lo saben o al menos lo deberían de saber, con lo que la principal estrategia didáctica que debería realizar es fomentar el aprendizaje a través del juego, dando los padres al niño varias posibilidades en que utilizar sus horas extraescolares, y más en una sociedad como la actual, en la que los niños, sobre todo en las ciudades, no se dedican a salir a la calle o al parque a jugar, sino a quedarse en casa jugando a la PlayStation, o incluso al ordenador.